DOCUMENTADO DESDE
EL SIGLO XIX
EL SIGLO XIX
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Una parte importante de los pueblos de Navarra ha conocido durante la primera mitad del siglo XX el ocaso y desaparición de sus carnavales. En muchos casos la razón exclusiva de la pérdida de estos festejos era un simple decreto gubernativo que, haciéndose eco del catolicismo social, fuertemente arraigado en la sociedad navarra, ponía fin de forma imperativa a unas carnestolendas que pecaban de irreverentes, excesivamente profanas y, en algunos casos, incluso sacrílegas.
Algunos de estos festejos revivieron de nuevo durante el último cuarto del siglo XX, y se han recuperado con mayor o menor grado de fidelidad a los testimonios de antaño, como si esto fuese un requisito indispensable.
En otros casos, los menos, el carnaval vino a morir de forma natural en aquellas primeras décadas del XX, sin ningún tipo de presión social ni eclesiástica. Murió… porque tenía que morir, porque arrastraba un declive largamente prolongado, consecuencia de la acumulación de diversos factores de toda índole. Es el caso de la villa roncalesa de Isaba, en donde a esta prolongada agonía se añadió una guerra civil acompañada de una expresa prohibición de cualquier iniciativa carnavalesca.
Esta localidad pirenaica, arrinconada en el extremo del valle, conservó sus actos de carnaval hasta la tercera década del siglo XX, aunque todavía en los años treinta se puede observar que todavía se han recogido testimonios de lo que fueron sus últimos coletazos. Se ha llegado a tiempo de recoger en Isaba los recuerdos de algunas personas mayores, testimonios estos que nos hacen sospechar que el carnaval izabar, como otros del mismo valle, irrumpió en el siglo XX herido de muerte.
Curiosamente entre aquellas personas nacidas en Isaba en la primera década del siglo XX era prácticamente unánime la opinión favorable a su desaparición, pues llegaron a apreciar en él una acelerada degradación. Sólo aquellas personas nacidas en los años diez y en los veinte, que son los que no pudieron establecer comparaciones con ediciones de principios de siglo (anteriores a 1920 aproximadamente) lo recordaban como un festejo curioso, incluso con una cierta nostalgia, pese a no ignorar estos últimos los relatos de sus padres que les describían unos carnavales idílicos, como parece que lo fueron los que esta localidad conoció en el siglo XIX.
El relato oral de padres a hijos, al calor del fuego del hogar; y la labor investigadora en el valle del Roncal, entre otros, del izabar Mariano Estornés Lasa, permiten que hoy se pueda hacer un esbozo, no muy difuminado, de lo que fue el carnaval en Isaba en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, cuando todavía era un acto verdaderamente popular. En esta reconstrucción ha sido especialmente valiosa la aportación y los testimonios que además se pudieron recoger en los años ochenta del siglo XX, muy especialmente el de Patricia Ezquer, para todos la tía Patricia, que guardaba en su memoria todo tipo de detalles que fueron recogidos por Fernando Hualde. Todos estos testimonios pertenecen ya a una generación extinguida, y sirvieron para confirmar y validar el trabajo que décadas atrás había hecho Mariano Estornés.